martes, 20 de diciembre de 2011

Diario de un nuevo proyecto 3: El Guión

Luego de bastante, aunque discontinuo, trabajo terminé una versión aceptable del guión de mi nuevo proyecto de largometraje “Colmillitos”. Básicamente se trató de estirar, quiero decir DESARROLLAR las situaciones para que alcance a ser un largo, y alcanza apenitas. Tiene unas 69 páginas, lo que en teoría daría una película de setenta y pico de minutos (incluyendo el rodante final).

Alguna vez me contaron que para el festival de Clermont Ferrand a partir de 60 minutos se considera largometraje. También parece que Jean Luc Godard presentó a ese festival una película (un corto) de exactamente 59 minutos, para evidenciar lo absurdo de semejante división. Pero como sea, según ese criterio mi proyecto es un largo, un poco cortito pero un largo al fin.

El alargue tuvo algunos recursos más legítimos que otros, por ejemplo, como conté antes le faltaba introducción y todo ocurría muy precipitadamente. Eso lo cambié empezando con breves escenas en otros lugares, aunque ya las escribí pensando en que sean en casas de familiares, para no traicionar el espíritu de presupuesto minimalista del proyecto. Los recursos menos legítimos de alargue fueron un par de sueños dentro de otros sueños al estilo “El discreto encanto de la burguesía” de Buñuel. Si bien estos sueños son una especie de desviación y no hacen avanzar la trama, aportan datos sobre los personajes y sus relaciones, además de algún susto y algún chiste, por lo que terminan ayudando al todo.

Así que hoy a la mañana con treinta y pico de grados me tomé el subte y me fui a la Dirección Nacional de Derecho de Autor a registrar el guión. Esta oficina merecería un capítulo aparte, pero me voy a conformar con menos que eso.

Yo fui allí muchas veces. Antes era en tribunales y te daban el sobre, pero eso cambió. Vaya uno a saber cuánto se ahorra el estado argentino haciendo que cada autor se lleve el sobre para registrar su propia obra, pero tal vez sea mucho. Y ese es un punto. ¡Cuántos autores que hay! ¿Cómo es posible tantos autores?

Yo creo que en esa oficina se ven los autores y también los que aspiran a serlo, porque hay que registrar antes de hacer circular cualquier obra inédita. Los autores consagrados no pisan ese lugar, mandan a alguien con un poder.

Creo que en definitiva, y esto me lo sugieren las caras de la gente, los que estamos ahí somos un montón de ilusos que dejamos en custodia nuestras creaciones, tal vez esperando que algún día un poderoso se digne hacernos un gran favor. El favor de plagiarnos.